Sección: Biblia

La escatología universal

Fecha: 24 Abr, 2024

escrito por

Diego Calvo

Teólogo especialista en Adicciones. Creador y autor del blog www.quiero-puedo.com. Escritor y conferencista internacional.

Introducción

El presente trabajo de investigación pretende analizar y criticar la creencia católica que tiene que ver con la escatología (o teología del más allá, o tratado sobre los novísimos), es decir, con las realidades posteriores a la vida terrena. La Iglesia Católica (IC) aboga por la siguiente clasificación: La escatología del hombre, individual o intermedia, la que va desde la muerte humana hasta el final de los tiempos; y la del mundo, general o consumada, posterior a la conclusión de la historia. Este es un dato objetivamente irrenunciable para la teología católica.

En definitiva, como afirma el teólogo Tamayo-Acosta, se pretende armonizar y reformular las dos preguntas kantianas: ¿Qué debo hacer? y ¿Qué me cabe esperar?

Desarrollo histórico

Haciendo un breve barrido histórico, se observa que, ya desde la misma generación post apostólica, se inicia un proceso lento, pero decidido e imparable, de desescatologización. Durante la Edad Media, iglesia e imperio pugnan por ver realizado el reino de Dios cada uno en su ámbito respectivo. La iglesia visible encarna el reino de Dios. La historia pierde todo carácter escatológico. Desaparece la tensión presente-futuro. “La escatología deja de ser instancia crítica del presente para confundirse con él. La “reserva escatológica” es reemplazada por una concepción presentista del reino de Dios. La iglesia deja de ser “resto” y se torna imperio cristiano.” Sin embargo, a partir de la Segunda Guerra Mundial, algunos teólogos católicos critican las carencias y limitaciones de los clásicos manuales escatológicos, tales como “su carácter individualista y su descuido de la dimensión cósmica e histórica, el no haber desarrollado una teología de la historia y de la historicidad en general y de la historia salvífica.”

Teorías

Se contemplan tres teorías al respecto:

a) Teología encarnacionista: Afirma que la encarnación es el principio fundamental para interpretar la historia y la actividad humana. El universo se dirige hacia Dios, hacia la consumación final, a pesar del mal. La creación, en cuanto a obra buena de Dios, es valorada positivamente. La gracia transforma la realidad en dirección al reino de Dios. Las acciones humanas que van en la línea de mejorar la sociedad contribuyen a la llegada de este reino. Por tanto, no se produce un interés, desapego o evasión de los cristianos en su relación con el mundo, sino un compromiso con la inmersión de la historia.

b) Teología escatologista: Defiende una idea de ruptura y de discontinuidad radical entre el mundo presente (inmanente) y el reino futuro (trascendente). El creyente, en este tiempo de penitencia y desapego, debe renunciar a lo temporal y humano para centrarse sólo en el tiempo trascendente. Los valores terrenos se reducen a medios en los que no vale la pena detenerse. Para ellos, la encarnación del Hijo de Dios no es algo que tenga lugar por placer, sino que significa su descenso para la muerte.

c) Teoría conciliadora: Es una línea intermedia, que busca el equilibrio entre el optimismo y el pesimismo, entre la historia del mundo y la historia de la salvación, entre la realidad histórica y el reino futuro. Optimismo fundado en el triunfo de la gracia a través del misterio de la cruz. El reino de Dios está ya presente de alguna forma en medio del mundo, y la nueva creación se ha iniciado ya entre nosotros. La espera constituye ya una presencia.

A nivel teológico, el planteamiento de la escatología católica ha variado a partir del Concilio Vaticano II, así como de documentos posteriores. Si anteriormente se seguía un orden secuencial en la escatología del hombre (muerte, juicio particular, infierno, purgatorio y cielo, para continuar con el estudio de las verdades de la escatología general, tales como la parusía, resurrección de los muertos, juicio universal y cielos nuevos y tierra nueva), actualmente se parte del estudio de la resurrección de Cristo, como luz que ilumina todas las demás verdades escatológicas. El Concilio Vaticano II asume las líneas básicas de la teoría conciliadora, apelando al compromiso histórico y a la esperanza escatológica, en un mundo donde el ateísmo moderno niega a Dios y su salvación escatológica. “La esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona motivos para su ejercicio” GS 21.

Pensadores, ideas y conceptos

La IC enfoca sus conceptos escatológicos tomando una buena parte de las ideas filosóficas que han participado de esta construcción ideológica. Así pues, del Existencialismo se le reconoce el mérito de haber subrayado la presencia continua de la muerte en la vida humana. Sin embargo, frente a estos interrogantes existenciales, la IC pretende superar la aceptación existencialista del naufragio total como superación de la angustia; el Concilio Vaticano II no valora esa resistencia instintiva de un modo negativo (mero sentimiento de miedo) ni dubitativo (como lo hacía Unamuno) sino que hace de ella una valoración plenamente positiva, interpretándola como reflejo de una semilla de inmortalidad, y de carácter espiritual, que no se puede reducir a la sola materia que hay en el hombre.

Rudolf Bultmann, por su parte, habla de teología existencial, abogando por un programa radical de desmitologización, ya que, según él, todo lo que no cae bajo la experiencia queda fuera del campo del conocimiento, y relegado al mito. Su proyecto implicaba la traducción del significado esencial del Nuevo Testamento en el contexto del lenguaje de la filosofía existencialista moderna.

Dietrich Bonhoeffer va en una línea teológica conectada con el pensamiento de Bultmann, yendo más allá: No solamente aboga por desmitologizar los milagros (la intervención de Dios) sino a Dios mismo, y dar, de esta forma, una interpretación no religiosa a todo. Propone un cristianismo irreligioso que invite a los cristianos a vivir en el mundo sin Dios. Queda, por tanto, suprimida toda preocupación por el más allá, siendo substituida por una preocupación en el contexto mundial.

Jürgen Moltmann, teólogo alemán, presupone que el único problema que preocupa al hombre de hoy es el problema del futuro. La esperanza, principio y clave del problema humano, es esa virtud que nos pone en conexión con ese futuro.

Entrando en los sujetos fundamentales que conforman la escatología católica, el papa Juan Pablo II resume en 6 los aspectos más importantes:

1) La IC cree en la resurrección de los muertos.
2) Entiende que la resurrección se refiere a todo el hombre; y para los elegidos, hace referencia a la extensión de la misma resurrección de Cristo a los hombres.
3) La IC afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual (alma) que está dotado de conciencia y de voluntad, el mismo “yo” humano carente del complemento de su cuerpo.
4) Excluye toda forma de pensamiento o expresión que haga absurda e ininteligible su oración, sus ritos fúnebres su culto a los muertos; “realidades que constituyen sustancialmente verdaderos lugares teológicos”.
5) En conformidad con la Biblia, espera “la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor”, como distinta y aplazada con respecto a la condición de los hombres inmediatamente después de la muerte.
6) En cuanto a la condición del hombre después de la muerte, rechaza cualquier explicación que quite sentido a la Asunción de la Virgen María, el hecho de que la glorificación corpórea de la Virgen es la anticipación de la glorificación reservada a todos los elegidos.

Entrando en el desglose de los conceptos escatológicos, en materia de inmortalidad y resurrección la escatología tradicional ha optado por una doble fase: Afirma la verdad de la resurrección, pero sostiene la pervivencia de un elemento consciente del hombre entre la muerte y la resurrección. La resurrección de todos los muertos, «de los justos y de los pecadores», precederá al Juicio final. “La resurrección ha pasado a ser un apéndice de la fe católica popular. Se trata de un aumento de felicidad o de castigo para el alma, que ya es feliz en el cielo o está condenada en el infierno. De esta manera, la gran categoría popular es el alma. La resurrección de los muertos se pierde en los horizontes sumamente lejanos del final apocalíptico del mundo y de la historia.”

En cuanto a la vida eterna, la definición ex cátedra de Benedicto XII afirma que su elemento primario es la visión inmediata de Dios. “Esta contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia «la visión beatífica».” En consecuencia se da el gozo de la misma esencia divina, que se alarga sin interrupción o desaparición alguna hasta el juicio final, y desde entonces eternamente. El catecismo de la IC ve “la muerte como una ida hacia él y la entrada en la vida eterna.”

Relacionado con esto, “esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo».” “Abierto” por la muerte y resurrección de Cristo, se considera el estado supremo y definitivo de dicha, el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre. “El cielo consiste en ver, amar y poseer definitivamente a Dios, gozando de su infinito bien y, con El, de todos los demás bienes sin mezcla de mal alguno.” “No es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo. Allí los bienaventurados, que forman la Iglesia celestial, continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios para con los hombres y para con la creación, reinando con Cristo por los siglos de los siglos. De forma específica, interceden por el hombre en la tierra y con su fraterna solicitud ayudan a las flaquezas humanas. Por otro lado, los cielos nuevos y tierra nueva llegarán al fin de los tiempos, después del juicio final, cuando los justos serán glorificados en cuerpo y alma por medio de esa renovación misteriosa que transformará a su primitivo estado la humanidad y el mundo.

En lo que hace referencia al juicio, “el Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva a del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno con consecuencia de sus obras y de su fe.” En función del resultado, se pasa a un proceso de purificación (purgatorio), a la entrada inmediata en la bienaventuranza del cielo, o a la condena eterna.

En este sentido, el infierno es la privación definitiva y eterna de Dios y la condenación por el fuego eterno con el sufrimiento de todo mal sin mezcla de bien alguno, porque no hay amor sino soledad extrema.

El purgatorio, por su parte, tiene su razón de ser para aquellos que están imperfectamente purificados, aunque seguros de su eterna salvación. Su fin es obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. Según Juan Crisóstomo, el creyente, por medio de las plegarias y de las misas, puede socorrer desde la tierra a aquellos que han partido. Como es obvio, este concepto no está exento de cuestiones sin responder, e incluso contradicciones entre sí: Si con la muerte termina el peregrinar, así como el tiempo de la prueba y de la decisión, y no es posible ya conversión ni cambio alguno, ¿no es una contradicción afirmar la existencia de un estado de purificación después de la muerte?

Conclusión

Como ha podido observarse, se ha tratado de analizar en poco espacio un tema realmente vasto, con límites difíciles de establecer y un tanto indefinido, realmente una “caja de los truenos”. Además es un tema vivo, sujeto a tradiciones cambiantes con el tiempo.

Las contradicciones entre sí son evidentes, hecho que hace que sea difícil arribar a conclusiones satisfactorias, e incluso tranquilizadoras para el creyente sincero. En este sentido, considero que, como creyentes Adventistas, tenemos un gran desafío a desarrollar, avalados por la solidez del registro bíblico y por el Espíritu de Profecía. Que el Señor nos ayude a transmitir sus principios y promesas escatológicas, cruciales en el tiempo en que nos toca vivir.

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